Es estupendo poder narrar una historia donde el diseño juega un papel fundamental, más cuando esta historia la protagoniza una familia en un hermoso pueblo tropical.
El cuento es lindo y aún  no tiene final, pero nos muestra como se puede sorprender al mundo con productos sofisticados de alto nivel a punta de puro factor local:

Curití en idioma indígena quiere decir: «tierra de tejedores» y es el nombre de un  pueblito en el  departamento de Santander que ha basado su economía en el cultivo y producción de esta fibra natural desde la época colonial con técnicas ancestrales, Allí llego a mediados de los años 90s un administrador de empresas costeño;Carlos Vera . reconocido aventurero, aviador y deportista  buena vida, que se enamoró de la región, de su gente así como de  la producción local de productos de fique

El lugar es absolutamente paradisíaco, un clima excepcional, fauna y vegetación tropical en las faldas de la cordillera de los Andes, a medio camino entre Bucaramanga y Bogotá, a 20 minutos de la localidad de San Gil, tiene cuevas espectaculares, balnearios de río increíbles, lugares hermosos y … ¡el yute!  De modo que Tomas se enamoró del sitio,  se quedó y empezó a desarrollar un nuevo producto: tapetes de fique

El Yute o fique, una fibra natural de uso centenario para el uso de costales y bolsas, que a pesar de tener como competencia el polipropileno tejido, se sostiene por una propiedad que lo hace imbatible para empacar el café y otros granos: No resbala cuando se apila.

Pero el fique en otros usos donde era indispensable ha sido desplazado por las fibras de plástico especialmente de polipropileno. Las pequeñas alfombras  y gualdrapas que se hacían en otros lugares  prácticamente desaparecieron al tratar de competir con productos más sofisticados de alta tecnología.

Pero con  Carlos  la cosa era diferente, le iba muy bien. y mejor cuando hizo algo extraordinario,  empezó a hacer alfombras , mezclando el fique con otros materiales, como hilos de cobre, estaño  y otros metales, mezclas de colores vibrantes, trabajando con los artesanos locales reinventando sus tapetes y telares. La meta: hacer de lo popular algo sofisticado.

Infelizmente Carlos falleció a los 53 años, con lo cual esta historia habría terminado, si no fuera por sus hijos Manuel y Cristina que aún estando en la universidad, retomaron el proyecto de su padre.

Manuel y Cristina. Segunda generación

Manuel estudiaba Administración pensando que el no saber dibujar no le permitiría estudiar diseño y Cristina, quien inició Artes visuales, se fue encaminando por el diseño viendo lo que se venia. Ellos ya colaboraban con su madre que importaba   mosaicos venecianos y bizantinos por lo que el tema del arte y el trabajo venia por punta y punta.

Con una formación quizás más sofisticada que la de su padre, y estudios en Europa, retomaron el concepto de la mezcla de materiales, pero empezaron a inspirarse en los paisajes del lugar y de su costa natal, para crear colecciones donde el color y las texturas vibrantes toman un lugar protagónico. Colombia está presente en sus tapetes, ellos los hace absolutamente novedosos y originales, tienen identidad. Son quizás la más refinada demostración del poder del «factor local» en nuestro país.

Ellos hicieron Verdi Design, (Verdi viene de los dos apellidos de su padre: Vera Dieppa) una pequeña empresa que hoy tiene tapetes en fique de alto nivel y diseños extraordinarios. Tomás y Cristina Vera conservan la esencia de su padre en la compañía, y han impulsado el desarrollo de nuevos diseños que se comercializan en ciudades como Nueva York, Londres, París, Los Angeles, Miami, México DF, Madrid, Barcelona y Roma. La compañía tiene presencia en Bogotá, Barranquilla, Cartagena pueden ver más  en su página web.

En Bogotá tienen su propia tienda: Carrera 11 No. 93A – 20 / (+57) 350 811 28 84  / [email protected]

Distribución con exhibición permanente en Todeschini: Carrera 7 No. 75-66 – Piso 1 / 6361733 y en Schaller Design center.

Fuentes: Confidencial Colombia, Revista Dominical de El Heraldo, Dialogo del autor con Manuel y Cristina Vera